Debido a la presencia de cromo en los tubos de acero inoxidable estos están bien protegidos contra el oxido, esto se debe al hecho de que el cromo forma una capa sobre las barras haciéndolo más fuerte contra la corrosión, la tinción y también a doblarse fácilmente.
Sin embargo, también se observa que estas propiedades salen a relucir aún más cuando los tubos se producen en ambientes donde el oxígeno está disponible en abundancia. En ambientes submarinos, a muy bajas profundidades, la falta de oxígeno los hace corroer más rápido, por lo que se fabrican a temperaturas extremadamente altas en un horno y es ahí donde pueden integrarse correctamente todos los metales.
Cuando se encuentran a una temperatura elevada, los diversos metales se funden para formar una única aleación de acero inoxidable que se envía entonces a otro recipiente hecho de argón. En este caso, la descarbonización se produce después de que la fundición o forja del metal comienza para su uso en diferentes áreas. Al ser maleable es posible crear tubos de acero inoxidable, hojas, rondas y mucho más.
Tornillos, piezas para automóviles, cuchillos de cocina, hojas para tijeras, las posibilidades de moldear este noble metal son casi ilimitadas. El acero también tiene la ventaja de que puede ser totalmente reciclado para volver a utilizarse al final de la vida útil. Por lo tanto, no hay desperdicio, ya que a menudo se obtiene un buen precio en el mercado de la chatarra después del uso.
La resistencia del acero inoxidable a la corrosión y las manchas, el bajo mantenimiento, el relativo bajo coste y el lustre familiar le hacen un material de base ideal para un sinfín de usos comerciales. Hay más de 150 grados de acero inoxidable, de los cuales quince son los más comunes que solemos conseguir en casi todas las herramientas e implementos del hogar.